DOMINGO XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B
SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
25 de noviembre de 2018
EVANGELIO: Juan 18, 33-37
Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el rey de los judíos?».
Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?».
Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?».
Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí».
Pilato le dijo: «Entonces, ¿tú eres rey?».
Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
COMENTARIO A LA PALABRA
Hoy se celebra el último domingo del Tiempo Ordinario y también cerraremos el año litúrgico que corresponde al Ciclo B. Terminamos este tiempo con la Solemnidad de Jesucristo, Rey de Universo.
Por medio del relato de la Pasión de Cristo el evangelista San Juan nos hace una descripción de las características de un verdadero rey y todo lo que conlleva su reinado. Quizá a nosotros nos suene un poco raro, pues estamos acostumbrados a otro tipo de “rey”. Este Evangelio, a pesar de haberlo escuchado el Domingo de Ramos, nos viene con un distintivo, en otro momento de nuestra vida, en otro contexto.
Desde el antiguo Testamento ya se esperaba la venida de un rey, pero el pueblo tenía otra concepción de rey: con poderes humanos, lujoso, que dominara, que recibiera todos los honores, y que sus leyes se basasen en las humanas (violencia, esclavitud, opresión…). Dios en su infinito amor envió a su Hijo, y no lo reconocieron.
¡Qué rey¡ Mirémosle: sencillo, obediente, despojado, servicial. Y aún más: tuvo una corona de espinas, los azotes e insultos fueron sus honores, y al final le dieron la cruz como trono.
Toda la vida de Jesús ha sido una propagación del Reino. Y en el Evangelio que hoy leemos, Jesús ha sido interrogado; fijémonos bien en sus respuestas, ¡qué misterio, qué sabiduría expresa en sus palabras!
Delante de un gobernador desconcertado Jesús se revela como rey, contrario al hecho anterior cuando querían hacerle rey. Ahora en el ejercicio de su libertad, de su entrega total, cumple la voluntad de Padre y además nos enseña que su reino no se somete a leyes humanas, las de nuestro mundo. Su reinado se basa en la verdad. Jesús es este hombre del cual nos habla la primera lectura, este que reinó, reina y reinará eternamente, independientemente de nuestra naturaleza herida por el pecado. Porque “a Él se le dio poder, honor y el reino, su poder es eterno, no cesará, su reinado no se acabará”.
Con su pasión y muerte Jesús nos da la clave para que reconozcamos su realeza: vivir en la verdad, en la entrega al Padre y a los demás, escucharlo a Él que es la Verdad siendo testigos de su amor.
Por medio de estas palabras pedimos al Señor que nos conceda la mirada de fe hacia Él, y así todos los días le serviremos y le permitiremos que reine en nuestras vidas.
MEDITACIÓN
“Verdaderamente el reino de jesús no es de este mundo; pero justamente es aquí donde encontramos la redención y el perdón. Porque la grandeza de su reino no es el poder según el mundo, sino el amor de Dios, un amor capaz de alcanzar y restaurar todas las cosas”(Papa Francisco)
* ¿Qué es lo que hago en concreto para que el Señor reine en mi vida?
* ¿Reconozco su realeza en mi vida?
ORACIÓN
“Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey de Universo, haz que toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y te glorifique sin fin. Por Jesucristo nuesto Señor. AMÉN. (Oración Colecta)
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